Las Maquinitas: Aventuras Pixeladas de Nuestra Infancia en El Salvador
¡Bienvenidos, amigos y amigas nostálgicos! Hoy vamos a subirnos a una máquina del tiempo que nos llevará directo a los coloridos años 80 y 90 en El Salvador. Una época donde la diversión tenía nombre propio: las maquinitas. Así les decíamos con cariño a las máquinas de videojuegos tipo arcade que marcaron nuestras tardes después de la escuela. Si viviste esa etapa, este viaje es para vos. Y si no, prepárate para conocer un pedacito entrañable de nuestra historia urbana.
Un mundo de luces, sonidos y fichas
Antes de que existieran los celulares inteligentes y las consolas de última generación, los niños salvadoreños buscaban aventuras en rincones especiales: salones improvisados donde brillaban las maquinitas. Eran espacios pequeños, a veces adaptados en casas comunes, donde se instalaban las famosas máquinas de videojuegos, también conocidas como arcades. En esos lugares reinaban títulos legendarios como Pac-Man, Donkey Kong, Galaga, Castlevania y Street Fighter .
Recuerdo que al salir de la escuela, que terminaba a las 11:00 a.m., pasábamos frente a estos locales a los que no podíamos resistirnos. Cambiábamos nuestros colones por fichas o insertábamos directamente una moneda de un colón en la ranura para jugar. Solo tenías tres vidas, así que la concentración era total. Y si no eras bueno… tocaba mirar cómo los expertos (o los más "vagos", como decían nuestras mamás) dominaban la pantalla.
El arte de ahorrar para jugar
Ahorrar para una partida era parte de la experiencia. Algunos reuníamos el vuelto del pan, otros guardaban centavo a centavo. No faltaba quien, tentado por el vicio, se gastaba el dinero del mandado y terminaba en problemas. Era común ver a algún niño salir corriendo del local con la oreja estirada por su mamá o su papá, entre gritos de "¡vago!" o "¡ya vas a ver al llegar a casa!".
Los apagones también eran enemigos naturales del jugador. En plena partida, cuando ibas ganando y la música del jefe final sonaba, ¡pum! se iba la luz. Eran tiempos en que el conflicto armado causaba interrupciones eléctricas frecuentes, y las maquinitas no estaban exentas de esa realidad.
Los templos del videojuego
Había lugares más "exclusivos" donde también vivíamos la magia del arcade: Mundo Feliz, Plaza Alegre, o los salones en centros comerciales. Pero lo auténtico estaba en los barrios, en esas tienditas o locales donde don Fulano o don Mengano administraban con paciencia —y a veces con picardía— su negocio.
Yo, por ejemplo, soy de Ciudad Delgado, y jamás olvido aquel local cerca de la esquina de la Farmacia La Salud. Lo atendía un señor cojeando, medio rechoncho. Si eras bueno y no soltabas la máquina, se acercaba disimuladamente... y ¡zas!, una patadita discreta y la desconectaba. ¡Tramposo! Pero ahí estábamos otra vez, echando otra moneda y riéndonos entre nosotros.
El cambio de época y la nostalgia
Con el tiempo llegaron otras maquinitas menos queridas: las tragaperras, más asociadas a juegos de azar. Pero esa es otra historia. Hoy, quiero que recordemos aquellos años de infancia, sin internet, sin redes sociales, sin teléfonos Android o de la manzanita. Tal vez con un Atari de gráficos pixelados o un Nintendo recién llegado a la casa del vecino suertudo.
Aquellos fueron días llenos de alegría, de risas, de retos digitales que ponían a prueba nuestros reflejos y paciencia. Y sobre todo, días en que salir a jugar era también salir a encontrarse con los amigos, con la comunidad, con los ruidos alegres de botones y melodías ochenteras que aún resuenan en nuestra memoria.
¿Y vos, tuviste tu salón de maquinitas?
Cuéntanos tu anécdota, tu juego favorito, el lugar donde aprendiste a dominar a Ryu o a salvar princesas pixeladas. ¡Este espacio también es tuyo!
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🕹️ Porque antes de los smartphones, las verdaderas batallas épicas sucedían en una esquina del barrio, frente a una pantalla, con un joystick en la mano y tres vidas por delante.
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