El Enigmático Caso de Juliana Martínez: Una Mirada a la Diversidad de Género en El Salvador de 1940

Introducción

En el año 1940, bajo el yugo del régimen autoritario del general Maximiliano Hernández Martínez, El Salvador vivía sumido en un orden social rígido, donde las normas de género eran inquebrantables y la moral conservadora dictaba las conductas aceptables. En este contexto, un suceso singular irrumpió en la tranquila ciudad de San Vicente: el arresto de Juliana Martínez, una persona cuya identidad de género desafió las categorías binarias de hombre y mujer. Documentado en un artículo periodístico firmado por "El Monje Azul", este caso ofrece una rara y valiosa perspectiva sobre las vidas de las personas intersexuales y transgénero en la América Latina de principios del siglo XX, un período donde tales identidades eran incomprendidas y a menudo reprimidas.

El Caso de Juliana Martínez

En un día de 1940, las autoridades de San Vicente detuvieron a una persona sospechosa de robo. Identificada inicialmente como Julián Martínez, un hombre, fue recluida en una celda destinada a varones. Sin embargo, durante el interrogatorio, se descubrió que Martínez era biológicamente mujer, lo que desató una ola de confusión y curiosidad entre los oficiales y la comunidad. Descrita como una figura alta y delgada, de piel morena clara, cabello oscuro y un semblante "triste y vencido", Martínez, de 39 años, se convirtió en el centro de un caso que trascendió el delito inicial.

Cuando se le preguntó sobre su identidad, Martínez afirmó haber vivido como hombre durante muchos años, pues así se sentía más auténtica. "He vestido de hombre porque las autoridades me obligan a vestir de mujer, lo cual es antinatural para mí, ya que Dios me hizo así", declaró, según el artículo. A pesar de su sexo biológico femenino, Martínez insistía en su identidad masculina: "Yo soy hombre en lo que sé, pero las autoridades dicen que soy mujer". Esta afirmación, cargada de una mezcla de desafío y resignación, reflejaba su lucha por afirmar su identidad en un entorno que no ofrecía espacio para la ambigüedad de género.


El artículo, titulado "Un Hombre-Mujer Fue Detenido en la Ciudad de San Vicente: El Curioso Caso de Juliana Martínez", capturó la fascinación de la época por este caso inusual. Incluía una fotografía de Martínez, etiquetada como "Julián o Juliana Martínez", un reflejo de la incertidumbre que rodeaba su identidad. Martínez trabajaba como sirvienta doméstica, desempeñando labores tradicionales como lavar, planchar y moler maíz, ocupaciones típicamente asociadas con mujeres. Sin embargo, en su comunidad de San Ildefonso, era conocida y aceptada como Julián, vistiendo ropa masculina y siendo tratada con un grado de respeto que contrastaba con la reacción de las autoridades.

La detención de Martínez probablemente se basó en la Ley de Vagos y Maleantes, una legislación ambigua que permitía a las autoridades perseguir a quienes consideraban "inmorales" o contrarios a las normas sociales, incluyendo a aquellos cuya expresión de género desafiaba las expectativas. Aunque inicialmente arrestada por sospecha de robo, el foco de atención rápidamente se desplazó hacia su identidad de género. Tras la revelación de su sexo biológico, el administrador del centro de detención ordenó su liberación, posiblemente desconcertado por cómo proceder ante un caso tan fuera de lo común.

Contexto Social y Legal

En 1940, El Salvador estaba bajo el régimen dictatorial de Maximiliano Hernández Martínez, quien asumió el poder en 1931 tras un golpe militar y gobernó hasta 1944. Su administración se caracterizó por una represión severa de la oposición política, una economía dominada por la exportación de café y una estructura social marcada por profundas desigualdades entre una élite terrateniente y una mayoría empobrecida. Las normas de género eran estrictamente binarias, influenciadas por el catolicismo y el patriarcado, dejando poco espacio para quienes no se ajustaban a los roles tradicionales de hombre o mujer.

Las personas intersexuales o transgénero, como Martínez, enfrentaban un entorno hostil donde su existencia era vista como una anomalía. La prensa de la época, como se evidencia en el artículo de "El Monje Azul", a menudo sensacionalizaba estos casos, presentándolos como curiosidades que despertaban tanto fascinación como rechazo. Sin embargo, el caso de Martínez también revela un contraste interesante: mientras que en su comunidad local de San Ildefonso parecía disfrutar de cierta aceptación—evidenciada por su reconocimiento como Julián y su capacidad para trabajar y vivir según su identidad—, las autoridades estatales reaccionaron con confusión y coerción, intentando imponer normas de vestimenta y comportamiento que Martínez rechazaba.

La Ley de Vagos y Maleantes, mencionada en fuentes históricas, era un instrumento legal comúnmente utilizado para perseguir a personas que desafiaban las normas sociales, incluyendo a aquellas con expresiones de género no normativas. Según un análisis en Wikipedia, esta ley, en su artículo 52, castigaba a quienes no tuvieran "oficio lícito" o vivieran de manera considerada inmoral, lo que probablemente se aplicó a Martínez por su vestimenta y expresión de género.

Memoria Histórica y Significado

El caso de Juliana Martínez es un testimonio valioso de la existencia de la diversidad de género en El Salvador mucho antes de que términos como "transgénero" o "intersexual" fueran ampliamente comprendidos o aceptados. Como señalan publicaciones modernas como La Piscucha y El Faro, la historia de Martínez ha sido en gran medida olvidada o borrada de la memoria colectiva, un reflejo de cómo las narrativas de diversidad sexual y de género han sido sistemáticamente marginadas en los registros históricos.

Recuperar estas historias es fundamental para desafiar la narrativa conservadora de que las identidades no binarias o transgénero son un fenómeno moderno o una "importación occidental". Como argumenta La Piscucha, el caso de Martínez demuestra que las personas con identidades de género no normativas han existido a lo largo de la historia salvadoreña, a pesar de los esfuerzos institucionales por suprimir su memoria. Este caso también resalta la resiliencia de individuos como Martínez, quienes, a pesar de la adversidad, encontraron formas de afirmar su identidad en sus comunidades locales.

Conclusión

El caso de Juliana Martínez, registrado en 1940, es más que una anécdota periodística; es un reflejo de las complejidades y desafíos que enfrentaban las personas con identidades de género no normativas en una sociedad profundamente conservadora. Su historia, aunque breve y marcada por ambigüedades, ilustra la tensión entre la aceptación comunitaria y la represión estatal, así como la lucha personal por vivir auténticamente en un mundo que no ofrecía espacio para la diferencia.

En un contexto contemporáneo, donde las discusiones sobre la identidad de género son más visibles, la historia de Juliana Martínez nos recuerda la importancia de reconocer y honrar las experiencias de quienes, como ella, desafiaron las normas de su tiempo. Al rescatar su historia, contribuimos a una narrativa más inclusiva de la historia de El Salvador, una que celebra la diversidad de la experiencia humana y reconoce las luchas de quienes vivieron en los márgenes.

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