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martes, 11 de junio de 2019

El Duende de Cantarranas una Leyenda de San Vicente



El Duende de Cantarranas, Leyenda

Bienvenidos a una nueva leyenda de El Salvador y el mundo, estimados amigos lectores, esta vez vamos a conocer una leyenda de San Vicente de Chucurí amigos, pero no es San Vicente en El Salvador, no, es en Colombia, así que vamos a leer la leyenda del duende de Cantarranas; una leyenda internacional y poco conocida. Pero para eso estamos en este sitio web amigo para darlas a conocer, así que vamos a conocer la leyenda.

El Duende de Cantarranas 

En San Vicente, cruzando por el puente de Las Arañas, el cual está en la finca Santa Elena, que allá por el año de 1971 le pertenecía a de don Siervo Hernández y de todos es sabido que estos terratenientes tenían colonos en sus tierras, gente que vivía ahí y cuidaban las propiedades del patrón cuando este no se encontraba en ella; también le hacían compañía a los propietarios. En ese año eran colonos de don Siervo Hernández Pastora Gamboa y toda su familia.



Entre las tareas diarias que se realizaban en la finca, Pastora le dice a Gladys que era una de sus niñas y tenía siete años de edad: hijita, vámonos para la casa ya, a lo cual responde la pequeña, no mamita, déjeme un ratito más y me voy luego a casa, vámonos hijita que ya son las cuatro y hay que preparar la comida le dijo la madre; Gladys insistió tanto que Pastora accedió y dejo a la niña jugando en los corrales. Pastora se dedicó a las tareas del hogar y en este caso de la finca al grado que por un momento se olvidó de Gladys.

¡Al tiempo recordó que la había dejado sola y jugando en los corrales y fue en su búsqueda, la empezó a llamar y Gladys no respondía, recorrió todos los corrales y buena parte de la finca, pero la niña no aparecía y mucho menos respondía al llamado de Pastora! Al no encontrarla de inmediato llamo a su familia, obreros y peones de la finca para ayudar en la búsqueda de la pequeña, buscando por todos lados de la finca al lado de rió Chucurí.

Buscaron en los alrededores, en la aldea y rincones de toda la finca, pero para desgracia de Pastora no la encontraron por ninguna parte durante ese día, la madre angustiada tomo camino de la subida de reventa indios y en ese lugar encontró solo la huella de lo que parecía un enorme perro; el día lunes se sumaron a la búsqueda de la niña, la policía local, el ejército, autoridades locales y vecinos de aquella aldea, todos esforzándose por encontrar a la pequeña Gladys. En una última acción acudieron al perifoneo de la casa de la cultura local y la alcaldía para llamarla por ocho días, pero no apareció ni respondió y las esperanzas estaban perdidas, pues parecía que la misma tierra se la hubiese tragado.

Pasaban los días y Pastora lloraba la ausencia y perdida de su hija, oraba y pedía la protección del cielo para su pequeña, pero el sábado siguiente, justo un sábado después de que su hija desapareciera, se llevaría una gran sorpresa, Pastora escucho en el potrero el llanto de un niño... dudo... si la preocupación no le estaba jugando una mala pasada, con temor se fue acercando hacia aquel llanto o la dirección de donde este provenía; su corazón estaba acelerado y palpitaba a mil por hora. ¡Cuando llego al lugar para su sorpresa era su hija Gladys! Parecía como si la hubiesen arrastrado por los matorrales.

La madre emocionada de haberla encontrado, la levanto y sostuvo en sus brazos, pero de inmediato salió hacia el pueblo, pues presentía que su hija no estaba bien y podía haber sido víctima de algo malo. Luego de ser atendida y descartar algún problema mayor, pues esperaron que pudiese articular palabras y la empezaron a interrogar; ¿Qué te paso hijita? ¡Gladys le responde que cuando estaba jugando en el corral llego un enorme perro negro el cual la tomo y llevo en su lomo lejos de ahí! La madre extrañada y asombrada toma fuerza y le sigue preguntando, ¿Dónde te llevo ese perro? Lejos por allá por la estación de Guapotá, por donde vive mi abuelita, respondió la niña... ¿Y qué te daba de comer le pregunta Pastora? Me metía entre las raíces grandes de los árboles y me daba solo fruta, además me llevo a muchos lugares que no conozco, respondió la niña.



Pastora recordó sobre un perro que en realidad era un duende, pues le habían contado de él en su niñez, entonces dijo que este duende adopto la forma de un perro, había llevado a su hija donde la abuelita que la amaba tanto y deseaba tenerla a su lado en Guapotá, por eso el duende en forma de perro la llevo hasta ese sitio; Gladys no lograba recordar como es que el inmenso perro le había llevado de regreso a la finca dejándola en aquel potrero. La niña en su muy nublado recuerdo cuenta que cuando jugaba con un ternero, un enorme perro negro apareció de repente, era tan grande como jamás había visto uno, le tomo con su boca y la puso en su lomo y cabalgo tan rápido que los días y las noches le parecían iguales.

Gladys solo deseaba olvidar que le había llevado el duende de Cantarrana, aunque en lo más profundo sabe que será imposible de olvidar... espero te haya gustado esta leyenda de Colombia en San Vicente de Chucurí, por favor no te vayas sin compartirla y recomendar este humilde blog, los espero en una próxima publicación.

Autor: Socorro Hernández Caballero

Fuente: florblanel.blogspot.com

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