José Feliciano Ama: La Trágica Historia del Líder Indígena Pipil que Desafió la Opresión en Izalco, El Salvador (1932)

Imagina la mañana del 28 de enero de 1932 en Izalco, Sonsonate. El aire huele a pólvora y miedo. Las tropas del gobierno avanzan. En el centro de la plaza, bajo una ceiba, cuelga el cuerpo sin vida de José Feliciano Ama, cacique pipil, mayordomo de cofradía, jornalero… y símbolo eterno de la resistencia indígena salvadoreña.

Lo que ocurrió en esas semanas se conoce como La Matanza: entre 10,000 y 30,000 indígenas y campesinos asesinados en un etnocidio que marcó para siempre la historia de El Salvador.

I. El Símbolo y la Cicatriz: Introducción a La Matanza de 1932

El Salvador de los años 30 era un país de café y de oligarquía. “Las catorce familias” controlaban todo. Los indígenas y campesinos, nada. La crisis del 29 hizo caer el precio del café y los terratenientes descargaron la pérdida sobre los más pobres: salarios de miseria, despidos, más despojo. El resultado: una revuelta desesperada que el régimen de Maximiliano Hernández Martínez respondió con una masacre sin precedentes.

II. Izalco, Tierra Pipil y el Despojo Histórico

José Feliciano de Jesús Ama Trampa nació en 1881, el mismo año en que el gobierno liberal decretó la extinción de ejidos y tierras comunales. Desde su primer aliento, su vida y despojo fueron la misma cosa. Las tierras de Izalco, sagradas para los Pipiles, fueron entregadas a familias como los Regalado. Ama vio cómo las fincas que habían sido de su pueblo pasaban a manos ajenas y él mismo terminó como jornalero en lo que antes fue suyo.

III. La Voz de la Comunidad: Ama y la Cofradía del Corpus Christi

En 1917, al morir su suegro Patricio Shupan, Ama se convirtió en Mayordomo de la Cofradía del Corpus Christi. En Izalco, las cofradías no eran solo religiosas: eran el verdadero gobierno indígena, la estructura que mantenía viva la identidad Pipil cuando el Estado los ignoraba o los perseguía. Ama no llegó al liderazgo por partido ni por ideología importada: llegó por tradición, por respeto ancestral, por legitimidad comunitaria.

IV. La Chispa que Incendió Izalco: Injusticias Personales y la Crisis

La Gran Depresión golpeó duro. Los salarios recortados, hambre, más expropiaciones. Ama sufrió en carne propia la humillación: fue colgado de los pulgares y golpeado por órdenes de los terratenientes. Esa tortura personal se convirtió en el agravio colectivo. Cuando en diciembre de 1931 Hernández Martínez dio el golpe y canceló elecciones, la esperanza pacífica murió. Solo quedaba la resistencia.

V. El Levantamiento de Enero: La Autonomía de Izalco

El 22 de enero de 1932, bajo el mando de Ama, los pipiles de Izalco tomaron la cabecera municipal. No fue una revolución comunista urbana: fue un alzamiento agrario y étnico, organizado por las cofradías, para recuperar la tierra robada en 1881. Farabundo Martí y los comunistas urbanos fueron capturados antes. La narrativa oficial de “revuelta roja” fue la excusa perfecta para justificar lo que vendría.

VI. El Apocalipsis de La Matanza: La Respuesta del General Martínez

El ejército reconquistó los pueblos con una orden simple: matar a todo el que llevara rasgos indígenas o ropa tradicional. Mujeres, niños, ancianos… no importaba. Se sacaba a los heridos de los hospitales para fusilarlos. Los cadáveres se amontonaron en las cunetas. En pocas semanas, entre 10,000 y 30,000 muertos. El Salvador vivió su propio etnocidio.

Tabla 1: La Matanza de 1932 – Dimensiones del Etnocidio
FactorDetalleConsecuencia
Víctimas10,000–30,000 (casi todos indígenas)Pérdida demográfica y cultural pipil
Criterio de muerteRasgos indígenas o vestimenta tradicionalPurga étnica disfrazada de anticomunismo
Duración del régimenMartínez gobernó hasta 1944Miedo como política de Estado por 50 años

VII. El Último Acto: El Martirio Ritualizado de Feliciano Ama

El 28 de enero, tras ser torturado, José Feliciano Ama fue llevado al Parque Central Saldaña. Lo ahorcaron en una ceiba. Y, para que nadie olvidara jamás, obligaron a los niños de las escuelas a mirar. Su cuerpo quedó colgó horas como advertencia macabra. Una fotografía tomada por los propios represores se convirtió, paradójicamente, en la prueba eterna del crimen.

VIII. El Costo del Silencio: Legado Cultural y Lingüístico

Para sobrevivir, los pipiles hicieron lo impensable:

  • Dejaron la ropa tradicional.
  • Dejaron de hablar Nawat en público (muchos padres prohibieron a sus hijos aprenderlo).
  • Las cofradías se desintegraron.

En unas semanas, el régimen logró lo que 300 años de colonia no habían conseguido: casi borrar una identidad.

IX. La Memoria Viva: Feliciano Ama en el Siglo XXI

Durante la guerra civil, el FMLN bautizó uno de sus frentes con su nombre. Hoy, en Izalco y en todo El Salvador, se le recuerda en murales, canciones y actos cada 22 y 28 de enero. Ama ya no es solo una víctima: es el símbolo de que la resistencia indígena nunca murió.

Tabla 2: Ama vs Martí – Dos Caras de la Misma Lucha
LíderLiderazgoMotivaciónEjecución
José Feliciano AmaMayordomo de Cofradía (tradicional indígena)Tierra y dignidad étnicaAhorcamiento público y exhibición
Farabundo MartíSecretario PCS (intelectual urbano)Revolución de claseFusilamiento militar

X. Reflexiones Finales: La Voluntad Inquebrantable de la Memoria

José Feliciano Ama no quería ser héroe. Quería trabajar su tierra, celebrar su cofradía, vivir en paz. Pero cuando le quitaron todo, eligió pararse de frente al poder. Y aunque lo ahorcaron en una ceiba y obligaron a los niños a mirar, no lograron matar su memoria.

Porque mientras alguien diga su nombre, Feliciano Ama sigue vivo. Y el pueblo Pipil sigue de pie.

✊ ¡Honor y gloria eterna a José Feliciano Ama! Izalco, Sonsonate, El Salvador – enero de 1932 nunca será olvidado.

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