La huelga de los brazos caídos en El Salvador (1944): resistencia cívica contra la dictadura
Contexto político bajo la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez
Desde el golpe de Estado de 1931, el general Maximiliano Hernández Martínez gobernó El Salvador como dictador. Con el poderoso apoyo militar, impuso un régimen autoritario sostenido por el miedo y la represión. Durante su gobierno se perpetró la brutal “Masacre de 1932” contra miles de campesinos indígenas, acción que reflejó el extremo autoritarismo del régimen. Martínez manipuló las leyes para prolongar indefinidamente su mandato y aplastó cualquier crítica; su insistencia en la reelección presidencial estrechó la base social del oficialismo y aumentó el descontento popular. A principios de 1944, la oposición al “Martinato” (como se conocía su régimen) se había ido organizando: intelectuales, estudiantes y algunos oficiales comenzaron a articular protestas y a planear su derrocamiento, preparativos que culminarían en la primavera de 1944.
Movimientos previos y alzamiento del 2 de abril de 1944
En abril de 1944 se produjo el primer intento significativo de derrocar a Martínez mediante las armas. El 2 de abril de 1944, un grupo de militares disidentes –entre ellos los coroneles Tito Calvo y Alfredo Aguilar–, junto con líderes civiles como el doctor Arturo Romero y Agustín Alfaro Morán, se sublevó contra el presidente en San Salvador. Aunque la rebelión duró apenas dos días y fracasó en el plano operativo, dejó al descubierto fracturas dentro del ejército y la sociedad. El gobierno decretó ley marcial y toque de queda, arrestó a civiles y oficiales sospechosos, e impuso una fuerte censura. Ante el fracaso militar, los opositores concluyeron que un nuevo golpe de Estado sería difícil y costoso, por lo que decidieron ensayar “una revolución sin armas”: detener la producción y paralizar la vida cotidiana como forma de presión. Este clima previo, de creciente resistencia cívica y organización clandestina, sentó las bases para el siguiente paso: la huelga general de brazos caídos.
Organización y desarrollo de la huelga de brazos caídos
En las semanas siguientes se preparó la huelga como acción pacífica colectiva. El movimiento estudiantil salvadoreño jugó un papel decisivo: a finales de abril los universitarios y alumnos de secundaria comenzaron a acatar paros parciales, repartiendo volantes y difundiendo la protesta entre sus círculos. El jueves 26 de abril de 1944 arrancó el primer paro parcial de estudiantes. A partir de ese momento otros sectores de la sociedad se sumaron progresivamente. El 2 de mayo de 1944, exactamente un mes después del alzamiento militar, la iniciativa alcanzó su punto máximo: los huelguistas impidieron que los ferrocarriles de la capital operaran, dando inicio formal a la huelga nacional de brazos caídos. En esta jornada prácticamente no hubo producción en el país: comercios, fábricas e instituciones cerraron sus puertas mientras un número masivo de ciudadanos acataba la protesta.
La huelga involucró a múltiples sectores sociales. Participaron activamente estudiantes universitarios y de colegios, así como trabajadores del transporte y el comercio. Entre los grupos que se incorporaron destacaron:
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Estudiantes de universidades y colegios privados.
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Obreros y empleados de fábricas, comercios, bancos e industria.
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Personal sanitario (hospitales) y vendedores ambulantes.
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Trabajadores del transporte público: operarios de ferrocarril y conductores de buses urbanos e interurbanos.
Esta amplia movilización tuvo eco nacional: la huelga se extendió más allá de San Salvador hacia las principales ciudades y regiones, dejando al país prácticamente paralizado. Como resumen, se trató de un acto de resistencia civil masiva sin precedentes, en el que obreros, maestros, estudiantes y empleados públicos se “cruzaron de brazos” para exigir un cambio político.
Reacción del gobierno y desenlace
La dictadura reaccionó con dureza: el gobierno desplegó fuerzas policiales y militares para intentar reprimir las protestas y mantener el orden. Sin embargo, la huelga mantenía su carácter pacífico y creciendo en dimensión. Además, un suceso creció en importancia: durante los días de protesta murió José “Chepe” Wright, un estudiante salvadoreño-estadounidense. Este hecho fue empleado por la prensa oficial como pretexto para que el gobierno de Estados Unidos retirara el apoyo al régimen de Martínez. Sin el respaldo extranjero y ante la masiva paralización nacional, la presión política e internacional sobre Martínez se volvió insostenible. Finalmente, en la noche del 8/9 de mayo de 1944 el dictador anunció su renuncia por radio. En su breve discurso proclamó que había actuado según su conciencia, pero era claro que la alianza cívico-militar que lo sostenía se había quebrado.
Consecuencias políticas inmediatas
Con la renuncia de Hernández Martínez concluyó el largo ciclo de la dictadura militar iniciado en 1931. El poder quedó momentáneamente en manos del vicepresidente Andrés Ignacio Menéndez, quien asumió la presidencia provisional en un esfuerzo por pacificar al país. En los meses siguientes se convocaron nuevas elecciones y se restableció temporalmente la vida política legal. La huelga de brazos caídos de 1944 se convirtió en un hito de la resistencia cívica salvadoreña: demostró que un movimiento popular unido y no violento podía forzar cambios incluso contra una dictadura fuerte. Históricamente, esta gesta pacífica es celebrada como uno de los episodios más luminosos de la historia política de El Salvador, pues abrió la puerta a la democratización tras trece años de autoritarismo.
¿Y ustedes, qué opinan sobre este hecho crucial en la historia de El Salvador? Les invito a seguir explorando el blog y a leer también el artículo sobre los autobuses de madera en el país.