La verdad de Ama: ¿héroe o mito?
Ama o Feliciano de Jesús Ama Trampa fue un cacique indígena de la etnia nahuat de El Salvador, uno de los líderes de la Insurrección Campesina de 1932. Se le considera un héroe nacional por su lucha contra la opresión y la injusticia del gobierno oligárquico y militar de Maximiliano Hernández Martínez. Su nombre proviene de la lengua náhuat y significa “El que ama”. Sin embargo, su existencia y su papel histórico han sido cuestionados por algunos investigadores que ponen en duda las fuentes que lo mencionan. ¿Quién fue realmente Ama? ¿Fue un héroe o un mito?
Origen de Ama
Según la tradición oral y algunos documentos históricos, Ama nació en 1881 en Izalco, una población indígena del departamento de Sonsonate. Era hijo de José María Ama y María Trampa, pertenecientes a la cuna de los Taites (jefes) de los izalcos, una tribu indígena de origen nahua que habitaba el territorio del actual departamento de Sonsonate. Los izalcos eran un pueblo guerrero y agricultor que hablaba el idioma náhuat y tenía una organización social jerárquica, con un cacique supremo y varios caciques locales que gobernaban las diferentes provincias. Ama era uno de estos caciques locales, que tenía bajo su mando a varios pueblos y aldeas.
La conquista española
En 1524, Pedro de Alvarado llegó a las tierras del Señorío de Cuzcatlán con una expedición militar compuesta por unos 500 soldados españoles y miles de aliados indígenas provenientes de México y Guatemala. Su objetivo era someter a los pueblos nativos y extender el dominio de la Corona española en la región. Sin embargo, se encontró con una feroz resistencia por parte de los cuzcatlecos, que no se dejaron intimidar por las armas de fuego, los caballos y los perros de los invasores.
Los izalcos fueron uno de los pueblos que más se opusieron a la conquista española, participando en varias batallas y rebeliones a lo largo del siglo XVI. Entre estas se destaca la batalla de Tacuzcalco en 1525, donde los izalcos liderados por el cacique Atonal (no confundir con Ama) hirieron gravemente al conquistador Pedro de Alvarado con una lanza.
Los izalcos lograron conservar parte de su autonomía y su cultura durante la colonia, aunque también sufrieron la explotación, el despojo y la discriminación por parte de los españoles y sus descendientes. Los izalcos mantuvieron vivo su idioma náhuat, sus costumbres ancestrales y su religión sincrética.
La insurrección campesina
En 1932, El Salvador vivía una situación crítica marcada por la crisis económica mundial, la caída del precio del café (principal producto de exportación), el desempleo, el hambre, la pobreza y la represión política. El gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez había llegado al poder mediante un golpe de Estado en 1931 y había impuesto un régimen dictatorial que violaba los derechos humanos y reprimía cualquier forma de oposición.
Ante esta situación, los sectores populares se organizaron para exigir cambios sociales y políticos. Entre estos se destacaron el Partido Comunista Salvadoreño (PCS), fundado en 1930, y sus organizaciones afines como la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños (FRTS) y las Ligas Campesinas Rojas (LCR). Estas organizaciones impulsaron un movimiento revolucionario que buscaba derrocar al gobierno e instaurar una república democrática y popular.
Ama fue uno de los líderes campesinos que se sumó a este movimiento revolucionario desde Izalco. Ama era un campesino jornalero que había sido torturado y despojado de sus tierras por el gobierno anterior del general Tomás Regalado (1898-1903). Ama se convirtió en el jefe militar del PCS en Izalco y organizó a miles de indígenas para participar en la insurrección.
La toma de Juayúa
La insurrección campesina estalló el 22 de enero de 1932 con ataques simultáneos en varios puntos del país. Uno de estos puntos fue Juayúa, una población cercana a Izalco donde se encontraba una guarnición militar del gobierno. Ama dirigió a unos 2 mil indígenas armados con machetes, palos, piedras y algunas armas de fuego para tomar Juayúa.
Los indígenas lograron sorprender a los soldados del cuartel y tomaron el control del pueblo. Ama izó la bandera roja del comunismo en el parque central e hizo un discurso a sus seguidores donde les exhortó a seguir luchando por la liberación del pueblo salvadoreño. También estableció algunas medidas para proteger a la población civil y evitar saqueos o venganzas.
Ama pretendía avanzar hacia Sonsonate para unirse con otros grupos rebeldes que habían tomado Ahuachapán y Nahuizalco. Sin embargo, su plan fue frustrado por la rápida reacción del gobierno, que envió refuerzos militares para recuperar Juayúa.
La muerte de Ama
El 26 de enero de 1932, las tropas gubernamentales al mando del coronel José Tomás Calderón llegaron a Juayúa e iniciaron un feroz combate contra los indígenas rebeldes. Los indígenas resistieron valientemente pero fueron superados en número y en armamento por los soldados. Muchos indígenas murieron en el enfrentamiento o fueron capturados posteriormente.
Ama logró escapar junto con algunos sobrevivientes hacia las montañas cercanas. Sin embargo, fue traicionado por uno de sus compañeros que lo entregó al ejército a cambio de una recompensa. Ama fue llevado a Izalco donde fue sometido a un juicio sumario y condenado a muerte.
El 28 o 29 de enero (la fecha exacta no está clara) Ama fue ejecutado en la plaza pública de Izalco frente a una multitud. Su cuerpo fue colgado en un árbol como escarmiento para los demás indígenas rebeldes.
La existencia de Ama en entredicho
La fuente principal que narra la historia de Ama es el libro Los Mártires (1934), escrito por Miguel Mármol, uno de los dirigentes comunistas sobrevivientes de la insurrección campesina. Este libro se basa en testimonios orales y escritos recogidos por el autor entre los participantes y testigos del levantamiento popular. Sin embargo, algunos historiadores han cuestionado la veracidad y la fiabilidad de esta fuente, argumentando que se trata de una obra parcial y sesgada, escrita por un comunista que buscaba exaltar el papel del PCS y sus aliados frente al gobierno oligárquico y militar.
Según estos investigadores, el nombre Ama no aparece en ninguna otra fuente contemporánea a la insurrección, como las cartas y los informes del gobierno o los periódicos oficiales o independientes. Según ellos, esto demuestra que Ama no existió o que no tuvo la relevancia histórica que se le atribuye.
Por otro lado, hay otros historiadores que defienden la existencia y el papel histórico de Ama, basándose en la tradición oral y en otras fuentes indígenas que lo mencionan o lo aluden. Según ellos, el hecho de que las fuentes oficiales no lo nombren no significa que no existiera o que no fuera importante, sino que refleja el desconocimiento o el desprecio del gobierno hacia los pueblos nativos. Estos historiadores también argumentan que el libro Los Mártires es una fuente válida y fiable.
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