Ahuachapán, El Salvador

Onofre Durán Santillana y el Arco Durán: Vida, Obra y Legado en Ahuachapán

Desde hace más de un siglo, el perfil arquitectónico de Ahuachapán, urbe señorial del occidente salvadoreño, se ve honrado por la presencia imponente del Arco Durán. Este monumento, más allá de su valor estético y simbólico, es el testimonio palpable de la visión y el compromiso de un ciudadano ilustre: Onofre Durán Santillana. Su vida, tejida entre los ámbitos del derecho, la política, la educación, la empresa y la filantropía, ofrece una ventana fascinante a la efervescencia social y los desafíos del El Salvador de finales del siglo XIX y principios del XX. Profundicemos en la trayectoria de este personaje y el monumento que inmortalizó su nombre.

Orígenes y Formación


Nacido en el seno de una prominente familia ahuachapaneca el 25 de noviembre de 1836, Onofre Durán fue hijo de José Ignacio Durán y Josefa Santillana. Su infancia transcurrió en su ciudad natal, donde recibió su formación básica en la escuela pública local. Desde joven, mostró inquietudes intelectuales que lo llevaron a la Universidad de San Carlos en Guatemala en 1849, donde inició estudios de Jurisprudencia. Aunque no completaría la carrera formalmente, su interés por el derecho perduraría, forjando amistades perdurables con figuras señeras del ámbito jurídico salvadoreño como Isidro Menéndez y José Eustaquio Cuéllar, juristas de vasta influencia cuyas obras sentaron bases importantes para la legislación del país en aquel periodo.

Los hilos de su vida familiar también se extendieron más allá de las fronteras patrias. Su hermano José se estableció como comerciante en Costa Rica, y fue padre extramatrimonial del destacado médico Dr. Carlos Eugenio Durán Cartín, a quien reconoció legalmente en 1867. Este vínculo familiar con una figura que llegaría a ocupar la presidencia de Costa Rica (aunque en ejercicio, entre 1889 y 1890), resalta las conexiones transnacionales que existían entre las élites centroamericanas de la época.

Su camino se bifurcó tempranamente hacia el servicio público y la vida local de Ahuachapán. Entre 1854 y 1858, ejerció como escribiente en el Juzgado de Primera Instancia, una labor que sin duda profundizó su conocimiento de las leyes y la administración. Posteriormente, dedicó un periodo de su vida al magisterio (1858-1862), demostrando su compromiso con la educación de las nuevas generaciones.

Carrera Pública y Ascenso Político


Su liderazgo natural lo llevó a ocupar diversos cargos en el gobierno municipal de Ahuachapán, sirviendo como alcalde y regidor en múltiples ocasiones. Su ascenso en la esfera política departamental y nacional fue progresivo: fue diputado en 1866, senador, y en 1869, asumió la importante función de Administrador de Rentas Departamentales en Sonsonate. Su participación política fue constante, llegando incluso a ser diputado suplente en la trascendental Asamblea Constituyente de 1872-1873, cuerpo que, entre otras labores legislativas, decretó la fundación del departamento de Cabañas en febrero de 1873.

Su carrera culminaría con posiciones de altísima responsabilidad: Presidente del Poder Legislativo en 1892, Gobernador Departamental de Ahuachapán en 1908, y la Vicepresidencia de la República entre 1911 y 1912, bajo la administración del Dr. Manuel Enrique Araujo. Sin embargo, diferencias políticas con el mandatario lo llevaron a renunciar pocos meses antes del trágico asesinato de Araujo en 1913, un evento luctuoso y hasta la fecha único en la historia de magnicidios en El Salvador.

En medio de sus labores públicas, Durán Santillana también se desempeñó como director de una casa de embarques en el puerto de Acajutla en 1877 y mostró su lado filantrópico al ser consiliario y hermano mayor de la Junta de Caridad del hospital ahuachapaneco entre 1889 y 1890.
Actividad Económica y Proyectos Empresariales

La vida de Onofre Durán no se limitó a la función pública. Fue un hombre de empresa y propietario de tierras.

Hacienda La Labor y el Ausol


Su hacienda La Labor, ubicada en las cercanías de Ahuachapán, era un complejo productivo dedicado al cultivo de caña de azúcar y café, dos pilares fundamentales de la economía salvadoreña de la época. Además, La Labor albergaba un ausol de notable tamaño y actividad geotérmica, con quince aberturas principales que expelían ruidosos vapores y aguas termales ricas en óxido de hierro. La singularidad geológica de este sitio atrajo el interés científico; fue explorado por misiones de renombre internacional. La primera, en mayo de 1866, contó con la presencia de los científicos franceses Auguste Dolffus y Eugène de Mont-Serrat, parte de una expedición auspiciada por el gobierno francés de Napoleón III, cuyo detallado informe y descripciones del ausol se documentaron en el volumen "Dans les republiques de Guatemala et de Salvador". Años más tarde, en mayo de 1889, por encargo de la Universidad de El Salvador, el químico belga Dr. Charles Renson y el cubano Dr. Jerónimo Puente visitaron y examinaron el ausol, dejando constancia de sus hallazgos en un extenso informe publicado por la institución académica. Estas visitas subrayan la importancia científica que se otorgaba a los recursos naturales de El Salvador en el contexto de las exploraciones geográficas y mineralógicas del siglo XIX.

La Aventura Bancaria Fallida


La visión empresarial de Durán Santillana lo llevó a incursionar en el prometedor, aunque incipiente, sector bancario. El 8 de mayo de 1895, junto al general Fabio Morán, recibió la autorización de la Asamblea Nacional para fundar el Banco Ahuachapaneco, también conocido como Banco de Ahuachapam, con domicilio en la cabecera departamental. La concesión, otorgada por 25 años, estipulaba un capital social de doscientos cincuenta mil pesos plata, proveniente de inversionistas nacionales y extranjeros, dividido en acciones.

El decreto fundacional del banco incluía disposiciones interesantes que reflejaban la realidad económica del país, fuertemente ligada a la agricultura. Se exigía una inversión mínima de cinco mil pesos para tener voto en las juntas y se otorgaba la facultad de emitir billetes al portador por el doble del capital líquido en caja. Si bien se autorizaban las transacciones bancarias comunes de la época y se concedían franquicias tributarias, una cláusula destacaba la posibilidad de abrir cuentas corrientes a agricultores, exigiendo hipotecas sobre bienes rústicos o urbanos en lugar de las dos firmas habituales. Este requisito especial para los agricultores ponía de manifiesto el riesgo percibido en este sector, propenso a las fluctuaciones del mercado y las condiciones climáticas, y la necesidad de garantías robustas para las operaciones crediticias.

A pesar de la autorización inicial y las modificaciones subsiguientes, la suerte no estuvo del lado del Banco Ahuachapaneco. Aunque recibió permiso para emitir papel moneda e iniciar operaciones en octubre de 1896, la grave crisis económica que comenzaba a gestarse y que estallaría con fuerza entre 1897 y 1899, producto de la caída de los precios internacionales del café y los problemas de deuda externa, abortó la iniciativa. El banco, aunque llegó a tener toda su infraestructura administrativa lista (papelería, sellos, especímenes de billetes), tuvo una vida efímera, casi exclusivamente legal, sin llegar a operar efectivamente. Su fracaso es un ejemplo de las dificultades que enfrentaban las instituciones financieras en ciertas zonas del territorio salvadoreño a fines del siglo XIX, particularmente aquellas vinculadas estrechamente a la actividad agrícola en un periodo de severa contracción económica.

Los Últimos Años y la Concepción del Monumento


Tras el naufragio de su proyecto bancario, Durán Santillana emprendió un viaje a San Francisco, California, ciudad que se estaba convirtiendo en un polo de atracción para salvadoreños pudientes, animados por figuras como el millonario Encarnación Mejía a establecer residencias y negocios. Posteriormente, realizó un extenso periplo por Estados Unidos y Europa en 1905, un reflejo de su posición social y su apertura al mundo.

Fue en sus últimos años, ya como un prohombre de Ahuachapán y con una fortuna consolidada, que Onofre Durán Santillana concibió la idea de dotar a su ciudad natal de un monumento que conmemorara su historia y embelleciera su paisaje.

El Arco Durán: Edificación y Simbolismo


Onofre Durán Santillana encomendó al maestro albañil Dámaso Aguilar, reconocido constructor local (autor también de la residencia de Federico Herrera, hoy Casa de la Cultura de Ahuachapán), la edificación de un arco conmemorativo. El sitio elegido fue estratégico: la entrada al llano y la laguna El Espino, escenarios de diversas batallas y enfrentamientos a lo largo del siglo XIX y principios del XX, un lugar cargado de significado histórico.

La obra, conocida desde entonces como Arco Durán, fue inaugurada en noviembre de 1910. Se trata de una estructura monumental de tres cuerpos, con un vano central más elevado flanqueado por dos cuerpos laterales. Su diseño incorpora elementos ornamentales clásicos como copones, entablamento, guirnaldas, y destaca por la presencia de un mascarón central con un rostro barbado de tamaño natural y dos leones que, a cada lado, enmarcan las iniciales y el apellido de su benefactor: "O. Durán". La edificación, de una escala considerable (la fuente original la describe con un área de aproximadamente 700 metros cuadrados, una cifra que sugiere la magnitud del proyecto, quizás incluyendo su base o el área circundante), fue financiada íntegramente con recursos propios de Durán Santillana, un gesto de mecenazgo cívico que perdura hasta nuestros días.

Ahuachapán, El Salvador



Legado y Reconocimiento del Arco


El legado del Arco Durán ha trascendido el tiempo. En reconocimiento a su valor histórico, arquitectónico y cultural, la Asamblea Legislativa de El Salvador lo declaró Monumento Nacional mediante el Decreto 214, emitido el 12 de diciembre de 1985 y publicado en el Diario Oficial el 8 de enero de 1986. Años más tarde, en 2009, el extinto Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (Concultura) le asignó el Escudo Azul, emblema internacional de la Convención de La Haya de 1954, destinado a la protección de bienes culturales en caso de conflictos armados, subrayando su importancia como patrimonio vulnerable.

Onofre Durán Santillana falleció en el centro de Ahuachapán el 17 de noviembre de 1914, a las 7 de la noche, aquejado por lo que su partida de defunción describió como "debilidad senil". Fue asistido en sus últimos momentos por los Dres. Guillermo Borja y Adonai Girón. Su muerte marcó el fin de una vida dedicada a múltiples facetas: el servicio público en los más altos niveles, la empresa agrícola y financiera, la educación y el mecenazgo.

El Arco Durán no es solo una estructura de piedra y cemento; es la rúbrica pétrea de un hombre cuya vida estuvo intrínsecamente ligada al desarrollo y la historia de Ahuachapán y El Salvador. Es un recordatorio perenne de su espíritu emprendedor, su compromiso cívico y su deseo de dejar una huella tangible en la ciudad que lo vio nacer y morir. A través de este monumento, la figura de Onofre Durán Santillana permanece viva, invitando a las nuevas generaciones a conocer su historia y el rico legado cultural que dejó a su paso.

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